Estudios serios concluyen
que los mítines con acarreados entre más
concurridos mayores son las fallas en su organización. También se han realizado
encuestas que arrojan un dato revelador: aproximadamente el 15% de los
asistentes, por las molestias e incomodidades en el traslado y en el evento, deciden
abstenerse de votar en favor del candidato (o candidatos) a los cuales acudieron
a manifestar su apoyo.
La autoría de las
concentraciones masivas corresponde al Revolucionario Institucional. Pero en el
transcurrir de la historia, dicha
práctica ha sido adoptada por los demás partidos. Lo interesante del asunto es
que no todos consiguen buenos resultados. Si bien se trata de la misma receta,
la mejor sazón sigue siendo la del PRI.
Las fallas más frecuentes
en la organización de un mitin de acarreados son: la prolongada espera del
arribo de los candidatos; la inclemente exposición a los rayos del sol; la
falta de alimentos bien elaborados; sueño, cansancio. Y el aburrimiento de escuchar
largos discursos con palabrería difícil de entender.
Por ello, en lugar de ganar
votos, estas estrategias terminan siendo tan solo un bocado para alimentar la
vanidad de los obsequiados. Formas y tradiciones que no han evolucionado, que
permanecen estacionadas en los tiempos idos.
Mientras no se actualice el
formato de las campañas, mientras no se utilicen adecuada y racionalmente las
novedosas tecnologías de la comunicación interpersonal, cualquier candidato de
cualquier instituto político estará expuesto a la mofa pública.
Por lo visto, la fiesta
electoral no ayuda mucho si sale bien, pero cómo perjudica si hay errores. Y
eso fue lo que pasó en la toma de protesta de doña Jose.
Lo lamentable para el PAN
es que nunca antes había pagado un precio tan alto por una fotografía. La foto
de la aspirante presidencial -con voz ahogada en la desolación y lanzando
palabras al viento desde el centro de un estadio casi vacío-, es una imagen que
deprime y desanima.
A la señora le falló la
estructura encargada de la planeación. La hicieron trastabillar. Tanto que los
coleccionistas de retratos impactantes ya colocaron el de la panista -en la
soledad de las gradas- junto al de Fidel Castro cuando un tropezón lo hizo
rodar por el piso frente a la mirada del pueblo cubano.
Así no se quiera, lo de
Josefina podría tomarse como hecho análogo porque si no fue tropezón fue
zancadilla. Lo que sea. La cosa es que el fantasma de la sustitución ronda por
los jardines de Los Pinos.
Aunque algunos panistas
tratan de minimizar el hecho calificándolo de “pequeño detalle”, a pesar de la extensa
difusión en medios nacionales e internacionales, los de enfrente comparan lo
ocurrido en la fiesta de Vázquez Mota con lo que puede ocurrir en alguna fiesta
familiar. Si en el baile con los chambelanes a la quinceañera se le rompe el
tacón de la zapatilla, no es nada grave. Pero ese cuadro permanecerá por mucho
tiempo en la memoria de los invitados. Algo similar ocurriría en una boda en la
que al novio se le olvidó retirar la etiqueta que cuelga de la manga del traje.
El descuido tendrá un lugar en la chacota de los comensales. Son detalles que
manchan la fiesta.
Ese “pequeño detalle”
encendió los focos rojos al interior del PAN. Pero en lugar de retomar el
camino, parte del equipo de Vázquez Mota decidió amarrar su futuro a una
candidatura plurinominal, en lugar de
jugársela al lado de su correligionaria. Ese es el otro vacío.
El desliz del domingo puede
no restarle puntos, pero sí va a representar un lastre para crecer en las
encuestas.
En el cuarto de guerra azul
nadie quiere cargar con la culpa. Abundan los reclamos airados y las
justificaciones. Algunos voltean los ojos hacia la candidata. Le dicen que
tiene que ser puntual, que debe hablar con mayor claridad, que tiene que refrescar
el discurso para las mujeres -se quejan que las féminas andan de coquetonas con
Peña Nieto, en lugar de alegrarles que una congénere llegue a Los Pinos-.
Lo que pretendió ser una manifestación
de fuerza y poder que impunemente evadiera los extraños criterios del árbitro
electoral, quedó como una inocultable evidencia de la improvisación.
Lo delicado es que los
resbalones no paran: la exclusión de las fotos familiares a su hija Celia –que
tiene problemas de obesidad-; pedir aventón a un motociclista para llegar a
tiempo al IFE por no prever embotellamiento en el Periférico; espetar a
estudiantes de la Ibero que ella estudió en esa universidad por no ser
perfecta; criticar a la UNAM en su tesina…
Si no cambia la suela a sus
zapatos por una antiderrapante, en su próximo resbalón podrían llamar al Dr. José
Ángel Córdova Villalobos, y no precisamente para que la auxilie.
alaraplatas@hotmail.com
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