martes, 29 de mayo de 2012

REDES SOCIALES A LA CALLE

La espontanea y sorpresiva irrupción de los estudiantes (y otros jóvenes) en la vida política nacional, sin lugar a dudas que obedece a las condiciones prevalecientes que actualmente vive el país entero. Y aunque el Presidente de la República haya pretendido deslindarse diciéndose extrañado de que eran expresiones de inconformidad en contra de un candidato en particular, en declaraciones posteriores los propios jóvenes han puesto en claro sus motivos y han considerado pertinente incluir como parte de su protesta, temas nacionales que forman parte de su lista de preocupaciones.
Por ejemplo, exigen a los medios de comunicación mayor claridad y certeza en la información que difunden, especialmente en lo que se refiere a asuntos políticos y electorales.
Les preocupa el desempleo. Ellos han externado su profunda frustración que envuelve a los recién egresados cuando se enfrentan a la escases de empleos, así comprueben maestrías o doctorados. Les lastiman las condiciones de inseguridad que se ha apoderado del país entero, y qué decir de lo que comentan de la imparable corrupción y las complicidades. Y de esto algo le toca al primer huésped de Los Pinos.
Si la explosión de la olla exprés no ha pasado a mayores, ha sido por la actitud reflexiva de los propios estudiantes de la Ibero, que rápidamente trataron de alejar su protesta del apetito de los partidos políticos o sus candidatos. Hasta esta parte de las campañas lo han conseguido, pero no totalmente. En el Distrito Federal se han visto manos amarillas con tacto de seda, que han estado tocando los hombros de algunos líderes visibles, con la insana intención de re direccionar la proclama. 
En el contexto de los nuevos escenarios electorales, se observa un nuevo fenómeno que se está presentando en casi todo el país: los jóvenes están descubriendo el placer de tomar las calles como una actitud refleja en contra de quienes no quieren que las tomen. En los movimientos que se están gestando en varias ciudades, se puede apreciar el interés de la juventud de reencontrarse, de identificarse y fusionar sus palabras de inconformidad.
En las calles han encontrado un espacio para dirimir controversias y asuntos de interés general.
Muy aparte de que la movilidad estudiantil pudiera alterar los resultados del primero de julio, lo que se ve es que sus convocatorias son más amplias cada vez, adquiriendo la nítida figura de una verdadera expresión social, que puede ir más allá del primero de julio.
Tampoco hay que perder de vista que entre los jóvenes usuarios de las redes sociales, se encuentran simpatizantes del PAN, del PRI, del Verde Ecologista y de los partidos de izquierda. Por eso sería muy aventurado anticipar su influencia en los resultados finales.
Después del detonante percutido aquel viernes en la Universidad Iberoamericana, los jóvenes son ya una expectativa muy interesante para la vida política del país. Los partidos políticos no podrán continuar con sus tradicionales estilos, sin modificar sus procedimientos de selección de candidatos.
Las redes sociales están bajando a las calles. Todo el mundo se dio cuenta que funcionan con rapidez y eficacia. La sociedad está comprobando la fuerza de estas nuevas líneas de comunicación. Como todo, pasará algún tiempo para que adquieran la madurez necesaria para estar en posibilidades de definir los procesos electorales, bajo criterios definidos y bien pensados.
Este asunto tomó por sorpresa a todos los dirigentes partidistas. Hubo declaraciones impensadas que lejos de calmar las cosas exasperaron los ánimos juveniles. Nadie supo realmente qué pasaba con la visita de Peña Nieto a la Ibero, ni siquiera sus opositores.
Sin embargo, en medio de opiniones confusas y encontradas, hay una voz que se escuchó interesante y reflexiva: la del Senador Manlio Fabio Beltrones. Hizo un urgente llamado a todos los actores políticos a ser autocríticos, a cambiar actitudes y a asumir compromisos concretos ante el agravio que manifiestan los jóvenes.
Otro de los asuntos que para nada están favoreciendo las campañas de los candidatos presidenciales, pero más la de Peña Nieto –por su carácter de puntero-, son los discursos de los candidatos a diputados federales y a senadores de casi todo el país.
En su proselitismo verbal se están olvidando de su candidato a la silla del águila, y lo que se aprecia en sus alocuciones son expresiones de promoción personal.
El nombre de Enrique Peña Nieto no aparece en la mayoría de los discursos de los aspirantes a diputados o senadores. Tampoco hacen alusión al ideario del aspirante presidencial ni a sus temas de campaña. Quedan pocas semanas para que concluyan las campañas, si descuidan este importante aspecto podrían llevarse una sorpresa nada agradable.
Ardua tarea que deberá articular el mismísimo Pedro Joaquín Coldwell, a la voz de ¡ya!
Por lo que muestran los promocionales, Josefina cambió sus propuestas por golpes bajos, y Andrés Manuel su amoroso y aterciopelado discurso, por su tradicional estilo del líder impulsivo que cuando pierde… ¡arrebata!

martes, 22 de mayo de 2012

DESCARRILAMIENTO ELECTORAL

La ofensiva verbal de las voces azules, rojas o amarillas, está pasando de las palabras a las manos, y eso es muy peligroso. Las bocas se están abriendo solas, sin control, y los puños parecen listos para asestarlos a los contrarios.
Las cosas están subiendo de tono. La caldera se está calentando demasiado. Echarle agua al aceite hirviendo puede provocar quemaduras de tercer grado.
Cualquiera, así mire de soslayo los asuntos electorales, puede advertir que los niveles de agresividad en la competencia por el puesto más grande del país, de continuar creciendo podrían descarrilar el proceso electoral.
Mientras existan competidores aferrados a la repugnante estrategia de ganar a cualquier costo, el país estará al borde del síncope social.
En lugar de atemperar los ánimos de los mexicanos, hay políticos que irresponsablemente insisten en meter –forzadamente- la contienda electoral a las galerías subterráneas de la política.
Grave que personajes falsificados hayan aceptado la tenebrosa encomienda de diseñar las campañas negras, cuyo límite es la imaginación misma.
Lamentable que las redes sociales se utilicen para enviar historias cruentas  de los aspirantes a la silla del águila, en lugar de hablar en positivo de los problemas nacionales.
Y por si no fuera suficiente, los que hacen los discursos -como contratados a destajo-, los están escribiendo más emotivos pero más inflamados de coraje, de odio y altamente insultantes.  Lugar aparte merecen las estériles letanías y las denostaciones nauseabundas, en voz de protagonistas movidos por sus demonios.
Los que no se miden son algunos atrevidos que andan diciendo que la PGR quisiera registrar representantes ante el IFE… ¡y con voz y voto!.
Nerviosismo, desesperación, nostalgia y denuesto, son la constante que prevalece en el ambiente de las campañas. Unos, adelantando la nostálgica melancolía que otorga el poder omnímodo; otros, deseando se modifique el refrán para que “la vencida” sea en la segunda y no a la tercera; otros más, preocupados por encontrar un refugio blindado que los proteja de la metralla acusatoria.
El cuarto equipo -el más relajado, el que de veras disfruta la campaña-, también está muy ocupado… pero en encontrarle la Quadritura al círculo de la política.
Sin embargo, hay un elemento que es conveniente observar de cerca: la marcha de los estudiantes de la Ibero -y las posteriores réplicas-, efectuadas hace pocos días.
Esta inusual decisión de alumnos generada en una universidad privada, no debe soslayarse.
Gobiernos y partidos deben redimensionar estas nuevas formas de expresión social, a fin de prever alguna chispa que incendie los pastizales políticos.
Esa caminata de los dos grupos de universitarios, cuyo destino final primero fueron las instalaciones de una televisora, debe verse con lupa. Puede tratarse de la punta del Iceberg de un problema recóndito, cuyos efectos pudieran depositarse en la urna electoral.
De cualquier manera, no estaría nada mal que este asunto reúna a los meros-meros de los cuarteles de los candidatos, para dialogar la posibilidad de incluir urgentemente los temas juveniles en las agendas proselitistas.
La presente contienda electoral ni duda cabe que es atípica. Lo delicado son los matices que está adquiriendo el fragor de las campañas.
Una de las particularidades que la hace diferente a las anteriores del México moderno, es el empeño de derribar al contrario pero utilizando cualquier medio a su alcance, sin medir las consecuencias; hasta el extremo de marcar con hierro candente la frente del contrario.
La agresividad -nunca antes observada-, está pasando a los golpes. La violencia es ya un tema recurrente en los mítines y grandes concentraciones. Las acusaciones son mutuas: unos acusan a los otros de intolerantes, y estos a aquellos de provocadores.
Lo que sea, pero ya ha habido casos de auténticos zafarranchos.
Mientras tanto, la figura agigantada del árbitro electoral pareciera empequeñecerse. Los partidos políticos publicitan ofensas, denostaciones y todo aquello que abona la guerra sucia, y el IFE -más preocupado por inculpar al que coció el vestido de la edecán, por no aplicar toda la tela-, permanece en la fila de los espectadores, al margen de lo que ocurre a su alrededor.
Otras figuras que también participan como protagonistas en la misma película, - sin tener la intención- también contribuyen al enrarecimiento del clima electoral, son los empresarios encuestólogos.
Si bien es cierto que se trata de particulares que venden –y muy bien- sus servicios, y que hasta ahí pudiera quedar su responsabilidad, es muy necesario -por la polémica nacional que desatan los resultados de sus sondeos-; que contraigan la responsabilidad de ofrecer explicaciones más detalladas sobre la operación y la interpretación de los resultados, para dispersar dudas.
Hablan mucho, pero todavía en sus charlas se ve que el producto final es la satisfacción del cliente, y este, no necesariamente es el votante.

laraplatasangel@gmail.com

miércoles, 16 de mayo de 2012

JUVENTUDES DESESPERADAS

Lo que se escenificó en la Universidad Iberoamericana en la reciente visita del candidato presidencial Enrique Peña Nieto, podría clasificarse como una obra de tres actos.

El primer acto fue la recepción que un grupo de estudiantes da a Peña en el exterior del auditorio  -y que al parecer ya no encontraron asientos vacíos en el lugar del encuentro-, mismos que al momento del arribo abrieron hostilidades contra el candidato y los periodistas que cubrían las actividades proselitistas de la campaña. Este mismo escenario se repite al momento que los invitados se retiran del recinto rumbo al estacionamiento para abordar sus vehículos.

El segundo acto se da en el interior del auditorio: los estudiantes muestran mejor compostura, los ánimos parecen menos caldeados, las preguntas –aunque muy contundentes- son formuladas sin interrupciones, y las respuestas son escuchadas con atención.

El tercer acto se escenifica con la disertación de Peña y los aplausos a algunas de las contestaciones.

Sin embargo, no dejan de llamar la atención algunos detalles de lo que ahí ocurrió, porque no se trata de una cuestión privativa de ese centro escolar.

Los jóvenes -que mostraban en pancartas imágenes caricaturizadas de Carlos Salinas,  al tiempo que coreaban consignas como “Atenco no se olvida”-,  en su rostro colectivo se podía observar enojo, coraje e impotencia. Pero esa actitud no tenía su origen en lo inmediato. Por supuesto que era el resultado del perenne  olvido que ha agobiado a las juventudes por parte de los gobiernos y sus instituciones.

Realmente no importaba tanto que no supieran algunos dónde quedaba Atenco, o qué ocurrió ahí.

Aunque lo narrado sucedió en la Ibero y el destinatario esta vez fue el mexiquense, analizando el tema con mayor profundidad es un fuerte llamado a quienes van a gobernar este país.

Las actuales generaciones de jóvenes están desesperadas, exigen un destino propio, no ajeno. Desean ser tratados con respeto y reconocimiento, no con lasitud.

Quieren ser el presente (activo) y dejar de ser el futuro (incierto) que nada construye.

Pero en la parte reflexiva, a nadie debe espantar el incidente en la Ibero.

Fue la oportunidad de los alumnos para hacerse escuchar. Fue una exclamación desesperada que reclama a quien llegue al poder, que se siente con ellos -y con otros-, para establecer una agenda de prioridades con las problemáticas que atañen a la juventud.

De que el recibimiento fue agrio… ni se discute. De que los insultos que brotan de bocas adolescentes lastiman a quienes los escuchan y a los que se enteran… ni duda cabe.

Tampoco es gratificante saber que desde hace 35 años los temas juveniles no forman parte de los proyectos presidenciales.

En 1972 el Presidente Luís Echeverría Álvarez decidió visitar la UNAM. Cuando explicaba los motivos de su visita, un joven estudiante lanzó una piedra a su cabeza. A pesar que la sangre corrió por su frente, el mandatario interpretó aquel impulso como un urgente llamado de los jóvenes para ser escuchados y atendidos.

Durante el sexenio de Echeverría (antes y después de la agresión), las puertas de Los Pinos permanecieron abiertas para ellos.

Hasta ahora ningún presidente de la República ha aprendido la lección –no la de la pedrada, por supuesto-.

Para Peña no fue ninguna sorpresa lo que ocurriría en la universidad a su llegada. Ese día, en medios de comunicación se informó con puntual detalle lo que ahí iba a pasar. Decidió ir, dar la cara, y hablar con los jóvenes. Sabía lo que le esperaba. Los votantes también supieron que fue lo que pasó, lo reflejan las encuestas post visita.

En las universidades convergen todo tipo de ideologías y preferencias partidistas. La espontaneidad libre de atavismos es una de las marcas más visibles de las comunidades estudiantiles. A su modo y con su circunstancia y sin distingo de raza o credo, crecientemente participan en las decisiones políticas de sus países. Estas imágenes no son exclusivas de México.

Los jóvenes son los mejor informados del mundo y los que mejor operan las nuevas tecnologías de la comunicación. Sus análisis y visión de las cosas superan con mucho a gran parte de los usufructuarios del poder político.

Don Jesús Reyes Heroles argumentaba que cualquier contacto con los jóvenes es una inversión.

Aristóteles decía que fatiga menos caminar sobre terreno accidentado que sobre terreno llano.

Siempre es de mayor provecho acudir al encuentro de los problemas, que evadirlos y dejarlos pasar. Después, nadie los para.

Tampoco tiene por qué preocuparse el equipo de campaña de Peña Nieto. El dato revelador es que ni el debate ni los hechos en la Universidad movieron de lugar al mexiquense en las encuestas.

Además hay otro apunte: a los votos que Peña trae en su bolsillo, se le están sumando los votos de castigo al blanquiazul por las fallas del primer panista, y los de las mujeres enojadas con Josefina, por atribuirle mayor inteligencia y valentía a los pantalones que a las faldas.

laraplatasangel@gmail.com

martes, 8 de mayo de 2012

DEBATE COALIGADO

Previo al debate, el candidato de las izquierdas Andrés Manuel López Obrador declaró que durante el mismo presentaría propuestas, que no agrediría. La candidata del que mueve los hilos en este país, Josefina Vázquez Mota, adoptó una posición similar. El candidato tricolor hizo lo propio. Gabriel Quadri de la Torre compartió tales decisiones de no caer en el juego de las descalificaciones.

Al inicio de la discusión todo indicaba que los aspirantes presidenciales se desenvolverían en un ambiente pacifista, de respeto mutuo y de propuestas claras.

La concordia duró muy poco. Doña Josefina echó mano de las tarjetas dinamiteras de Antonio Solá (el gatillero del sufragio), y con la tirachinas que sacó de su bolso durante todo el debate se dedicó a lanzarle proyectiles al priista.

Al mismo tiempo -como si antes de entrar al recinto hubiesen formado alguna alianza táctica-, el perredista sacó su resortera del bolsillo izquierdo de su pantalón, y secundó a la panista.

Ya sin la amorosa sotana con la que entró, López Obrador regresó al discurso acusatorio, repetitivo y obsoleto. Abusó en demasía de los fantasmas verbales. Retrocedió hasta los tiempos de Antonio López de Santa Ana, al parecer con la intención de culpar al mexiquense de algo que hizo aquel personaje que gobernó México, allá por el año de 1825.

Ya encarrerado, el amor que latía con fuerza en su corazón, y que últimamente exhibía como estandarte por todos los rincones de México, desapareció para darle lugar al espíritu belicoso, su fiel acompañante en las tomas de los pozos petroleros en su tierra natal, o la toma de la Avenida más emblemática de la Ciudad de México: el Paseo de la Reforma.

Entre el perredista y la panista hubo sincronía en sus ataques contra el puntero. Como si hubiesen conformado una eventual coalición, entre ambos trataron de derribar al contrario, de llevarlo al callejón de los pleitos para propinarle un par de ganchos verbales al ex gobernador, con la firme intención que de ahí no se volviera a levantar. Los que esto vieron así lo consideraron.

La sorpresa llegó cuando se percataron que Peña no tan solo le entra al debate con propuestas, si no que aprendió rápido a devolver los golpes. Lo subestimaron, creían que nada más sabía hacer el papel del guapo de la película. Intentaron –sin éxito-, llevarlo por los caminos de la terracería oral, -en la que AMLO es experto-, para  sacarlo de la contienda.

Como Fuente Ovejuna “Todos a una”, el perredista y la panista le echaron montón al candidato del PRI-PVEM. No lo lograron, no resultó fácil. Se fueron con la finta de las especulaciones.

Sin embargo, el que más provecho sacó de esa estrategia de golpes bajos fue López Obrador.

Vázquez Mota lució con cierta rigidez y poco convincente. La señora apostó su resto y perdió. Tuvo una magnífica oportunidad que desaprovechó. El ataque no es lo suyo, al parecer la política tampoco. El milagro nunca llegó. Ahí, el Peje le arrebató el segundo lugar a su compañera de golpes. Cayó en su ardid.

El ex jefe de gobierno de la Ciudad de México no estuvo mal. Hubiera estado mejor con un discurso diferente, menos reciclado, menos repetitivo. “Parecía de los años sesentas”, dijo un conocido comentarista.

Un detalle –hasta ahora desapercibido- revelador de una personalidad autoritaria, se da cuando Andrés Manuel con su dedo índice repetidamente golpea el atril. 

De Quadri se ha dicho que fue el que más lució en el debate, solo que antes de aceptarlo hay que considerar lo siguiente: no tuvo enfrente a nadie que lo atacara o que lo cuestionara. No ha sido alto funcionario público como para poner en entredicho su desempeño, y, por si fuera poco, contó con el tiempo necesario –sin interrupciones-, para exponer con toda calma sus ideas.

El candidato del PANAL pretendió instituirse como candidato ciudadano. Nadie se lo creyó. Sobre él pesó el argumento de que nadie que acepta la postulación de algún partido político, puede considerarse como candidato de la sociedad civil. Más aún que no se sabe que organizaciones ciudadanas lo hubiesen apoyado para que el mencionado partido lo abanderara como candidato.

Cuando el ambientalista en sus intervenciones evidenciaba los pleitos de los políticos, no se trató de una espontanea y reflexiva crítica. No. Esos comentarios llevaban una alta dosis del coraje de la maestra Elba Esther Gordillo Morales, dueña de Nueva Alianza, por la circunstancia que vivió con el PRI, en la que el PAN no la apoyó.

Peña hizo lo que correspondía a su posición de favorito: proponer, aclarar y contestar.

De los cuatro, a Peña Nieto se le vio más natural, más dueño de sí. También fue al que más ganas se le vieron de ser presidente.

Su gesticulación reveló tranquilidad. También se le percibió una personalidad conciliatoria. Estuvo claro en sus propuestas y lúcido en el manejo de la información. Logró controlar sus emociones ante el embate de sus oponentes. También destacó por tener el mejor dominio del auditorio.

Peña Nieto llegó al debate con bajas expectativas y dio la sorpresa.

Y sobre la edecán: en cualquier democracia cada quien ve lo que quiere ver.

martes, 1 de mayo de 2012

FAMILIAS ENCAPSULADAS

Hasta la época feudal, la familia era lo que ha dado en llamarse la célula de la sociedad.

Sus funciones cubrían los aspectos económicos y sociales: se trabajaba y se rezaba en familia; el hogar era taller y también iglesia.
El grupo familiar era, efectivamente, el centro de las relaciones de todo tipo. Pero el industrialismo rompe abruptamente esta unidad.

La más antigua de todas las asociaciones y la única natural es la familia. Sin embargo, los hijos permanecen vinculados al padre solo el tiempo necesario para su cuidado. En cuanto esta necesidad desaparece, el lazo natural se rompe.
Los hijos al verse libres de la obediencia que deben a su padre, recuperan la independencia, al igual que el padre, que se ve libre de los cuidados que debía a sus hijos. Si continúan unidos, ya no es de manera natural, sino voluntariamente, y la familia misma solo se mantiene por convención.

El estar en casa se convierte en una excepción, y el papel de la familia, por lo tanto, como principal agente socializante, es desplazado por otros factores como por ejemplo: la educación es transferida por los padres a la escuela –en el mejor de los casos-, o a las nanas y los choferes, quienes pueden pagarlos.
La radio y la televisión invaden el ámbito hogareño e interrumpen los lazos de comunicación entre los miembros de la familia y debilitan los vínculos solidarios.

El marco familiar, en estas condiciones, es revalorado. Pierde características originales y los miembros de la familia acaban por aceptarlo como un lugar de reencuentro, de convivencia, de desarrollo personal y de equilibrio emotivo; pero no pleno.
Cosa grave tener que admitir que ahora, la familia es un asunto de fin de semana.

La familia, convertida en un polo opuesto al trabajo y a la vida anónima de las masas, ejerce una débil atracción sobre sus miembros, pues cuando mucho los llama por el descanso y la distracción.
El hogar prácticamente esta reducido a sitio de tregua y diversión, en la que los medios de comunicación electrónicos juegan un papel preponderante.

Comentario aparte merecen los jubilados. Si bien es cierto que disponen de mayor tiempo para estar en casa y platicar, sufren, de alguna manera, nuevas crisis de familia. El drástico cambio de los hábitos sirve para chocar consigo mismo y con los demás.
Algunos interesados en el funcionamiento de las familias, han concluido que dos días a la semana no son suficientes para alcanzar la cohesión que la familia requiere, y lograr que la familia se convierta en un centro de interés para todos. Se ha hablado que la familia debe disponer de mayor tiempo libre, precisamente para alcanzar las metas familiares en la parte de la conexión e integración. De ahí la propuesta de que deberían ser tres días los de descanso por semana, en lugar de dos.

El ánimo desaparece cuando se adentran en el estudio de la familia mexicana y descubren que es tradicionalmente autocrática, que fácilmente caerá en una crisis con la disposición de más tiempo libre.
Antes habría que pensar en reeducar a los padres que, por un equivocado sentido de la tutoría, organiza el tiempo libre en torno a sus aficiones, y somete a los suyos al gusto propio.

La casa en Cuernavaca (o en Veracruz, o donde usted quiera), que monopoliza todo el tiempo los suspiros del jefe de la familia –en la jefa casi no se observa esto-, y en la que los hijos se niegan a pasar los fines de semana de todos los meses de todos los años; no puede ser fuente exclusiva del tiempo libre de los jóvenes, de sus aventuras, de sus inquietudes.
El estilo autocrático de la familia, es también la responsable de la falta de comunicación entre padres e hijos. “Ni modo que me ponga a platicar con mi hijo de 8 años, lo haré hasta que tenga uso de razón”.

Lo más seguro es que una comunicación que no se inicia en los primeros años, difícilmente podrá establecerse en los años posteriores.
Y los que no tienen casa de descanso en ningún lado, se quedan en casa a disfrutar del deporte, pero no como práctica, lamentablemente.

Tal vez por el sedentarismo que la vida urbana impone, el ejercicio es más mental que físico. El deporte ha alcanzado un auge más de espectáculo, y aun de juego de azar, que de disciplina física.
Si el descanso significa recuperación, la diversión sirve para alejarnos un poco de la rutina y del tedio laboral; pero, cuidado, también puede ser ruptura.

En la actualidad ningún tema genera tanta discusión al interior de las familias –y los grupos sociales-, como el Fut bol. El problema es que los comentarios de los participantes en la polémica, se dan más para polarizar opiniones que para compartir criterios. Habiendo necesidad de aclarar que a pesar de la gran afición por este deporte, los practicantes son, realmente, una preocupante minoría. Solo por poner un ejemplo.
Es mucho lo que falta hacer por las familias mexicanas. Por ningún lado se ven programas gubernamentales que resuelvan el severo problema de la desintegración familiar, cada vez más creciente.

No estaría nada mal que este fuera uno de los temas prioritarios en la agenda de campaña de los candidatos presidenciales.