Sus funciones cubrían
los aspectos económicos y sociales: se trabajaba y se rezaba en familia; el
hogar era taller y también iglesia.
El grupo familiar era,
efectivamente, el centro de las relaciones de todo tipo. Pero el industrialismo
rompe abruptamente esta unidad.
La más antigua de todas las asociaciones y la única natural es la familia.
Sin embargo, los hijos permanecen vinculados al padre solo el tiempo necesario
para su cuidado. En cuanto esta necesidad desaparece, el lazo natural se rompe.
Los hijos al verse libres de la obediencia que deben a su padre, recuperan
la independencia, al igual que el padre, que se ve libre de los cuidados que
debía a sus hijos. Si continúan unidos, ya no es de manera natural, sino
voluntariamente, y la familia misma solo se mantiene por convención.
El estar en casa se
convierte en una excepción, y el papel de la familia, por lo tanto, como principal
agente socializante, es desplazado por otros factores como por ejemplo: la
educación es transferida por los padres a la escuela –en el mejor de los
casos-, o a las nanas y los choferes, quienes pueden pagarlos.
La radio y la
televisión invaden el ámbito hogareño e interrumpen los lazos de comunicación
entre los miembros de la familia y debilitan los vínculos solidarios.
El marco familiar, en
estas condiciones, es revalorado. Pierde características originales y los
miembros de la familia acaban por aceptarlo como un lugar de reencuentro, de
convivencia, de desarrollo personal y de equilibrio emotivo; pero no pleno.
Cosa grave tener que
admitir que ahora, la familia es un asunto de fin de semana.
La familia, convertida
en un polo opuesto al trabajo y a la vida anónima de las masas, ejerce una
débil atracción sobre sus miembros, pues cuando mucho los llama por el descanso
y la distracción.
El hogar prácticamente
esta reducido a sitio de tregua y diversión, en la que los medios de
comunicación electrónicos juegan un papel preponderante.
Comentario aparte merecen
los jubilados. Si bien es cierto que disponen de mayor tiempo para estar en
casa y platicar, sufren, de alguna manera, nuevas crisis de familia. El
drástico cambio de los hábitos sirve para chocar consigo mismo y con los demás.
Algunos interesados en
el funcionamiento de las familias, han concluido que dos días a la semana no
son suficientes para alcanzar la cohesión que la familia requiere, y lograr que
la familia se convierta en un centro de interés para todos. Se ha hablado que
la familia debe disponer de mayor tiempo libre, precisamente para alcanzar las
metas familiares en la parte de la conexión e integración. De ahí la propuesta
de que deberían ser tres días los de descanso por semana, en lugar de dos.
El ánimo desaparece
cuando se adentran en el estudio de la familia mexicana y descubren que es
tradicionalmente autocrática, que fácilmente caerá en una crisis con la
disposición de más tiempo libre.
Antes habría que pensar
en reeducar a los padres que, por un equivocado sentido de la tutoría, organiza
el tiempo libre en torno a sus aficiones, y somete a los suyos al gusto propio.
La casa en Cuernavaca
(o en Veracruz, o donde usted quiera), que monopoliza todo el tiempo los
suspiros del jefe de la familia –en la jefa casi no se observa esto-, y en la
que los hijos se niegan a pasar los fines de semana de todos los meses de todos
los años; no puede ser fuente exclusiva del tiempo libre de los jóvenes, de sus
aventuras, de sus inquietudes.
El estilo autocrático
de la familia, es también la responsable de la falta de comunicación entre
padres e hijos. “Ni modo que me ponga a platicar con mi hijo de 8 años, lo haré
hasta que tenga uso de razón”.
Lo más seguro es que
una comunicación que no se inicia en los primeros años, difícilmente podrá
establecerse en los años posteriores.
Y los que no tienen
casa de descanso en ningún lado, se quedan en casa a disfrutar del deporte,
pero no como práctica, lamentablemente.
Tal vez por el
sedentarismo que la vida urbana impone, el ejercicio es más mental que físico.
El deporte ha alcanzado un auge más de espectáculo, y aun de juego de azar, que
de disciplina física.
Si el descanso
significa recuperación, la diversión sirve para alejarnos un poco de la rutina
y del tedio laboral; pero, cuidado, también puede ser ruptura.
En la actualidad ningún
tema genera tanta discusión al interior de las familias –y los grupos
sociales-, como el Fut bol. El problema es que los comentarios de los
participantes en la polémica, se dan más para polarizar opiniones que para
compartir criterios. Habiendo necesidad de aclarar que a pesar de la gran
afición por este deporte, los practicantes son, realmente, una preocupante
minoría. Solo por poner un ejemplo.
Es mucho lo que falta
hacer por las familias mexicanas. Por ningún lado se ven programas
gubernamentales que resuelvan el severo problema de la desintegración familiar,
cada vez más creciente.
No estaría nada mal que
este fuera uno de los temas prioritarios en la agenda de campaña de los
candidatos presidenciales.
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